Hace un par de semanas salía la noticia de que Forbes ya no consideraba a Bill Gates, fundador de Microsoft, el hombre más rico del mundo.
Amancio Ortega, fundador de Inditex, le había adelantado. Esta noticia tiene ya un par de semanas y ya no se recuerda en redes sociales, pero igualmente quiero escribir este artículo porque me parece un tema importante.
Nada más escuchar el titular sobre la fortuna de Amancio Ortega, al igual que en otras muchas ocasiones, no han tardado en tacharlo de esclavista, de no pagar a los trabajadores, de fomentar la pobreza en Bangladesh y muchas cosas más. La criminalización sistemática de Amancio Ortega no es algo nuevo, y por eso quiero profundizar en el problema de la industria textil. Porque Zara no es tan mala ni el resto son tan buenos.
Ahora mismo, la mayor parte de la industria textil está en Bangladesh y China. La mayor exportación que hace Bangladesh, como país, es textil, aunque también es donde están localizados la mayor parte de los productores de algodón y muchos otros oficios que están dentro del mundo textil pero no son exclusivamente coser ropa.
La mayor parte de la ropa que se consume en todo occidente viene de allí: no solamente Inditex (individualizado en Zara), si no casi todas las empresas de moda y ropa producen en Bangladesh. En el colapso del Rana Plaza hace dos años y medio se encontraron prendas destinadas a El corte inglés, H&M, New Yorker, Benneton, C&A, Inditex, Primark, Mango, Carrefour... muchas marcas diferentes. ¿Cómo se cose ropa para tanta gente en un mismo edificio?
La realidad de la industria textil es que las marcas ya no poseen fábricas, si no que compran la ropa a través de una larga cadena de subcontratas. Es decir, Zara o cualquier otra marca solo diseña un pequeño porcentaje de su ropa, y encarga fabricarla. Pero el otro porcentaje, la mayor parte de su ropa, es ropa que compra confeccionada a una empresa, que ha contratado a otra empresa para que la cosa, que contrata al dueño de la fábrica que es quien contrata los trabajadores (como ejemplo de cadena corta, las hay más intrincadas). O, en otros casos, cuando se encuentra a algún artista cuyas ilustraciones acaban en una camiseta de Zara, Zara no es directamente responsable: Zara ha contratado a un estudio o a un diseñador para que le haga una serie de camisetas y las ha mandado a coser, si no las ha comprado ya hechas, sin saber de dónde provenía la idea de los dibujos.
Y así ocurre con la mayor parte de las empresas que venden ropa: es imposible que Primark sea capaz de diseñar y producir tal cantidad de prendas. Sí tienen una colección propia cada temporada, y pueden elegir qué sale a la venta, pero no lo diseñan y lo producen todo. Lo compran ya hecho.
El gran problema que tiene esta cadena de subcontratas es que son opacas. Cuando Zara compra un lote de ropa, no sabe en qué condiciones se ha fabricado ni de dónde provienen los materiales que se han empleado, porque esa información se pierde por el camino a medida que el producto va pasando de manos. Es lo que pedimos con Fashion Revolution: que las empresas que nos venden la ropa se interesen por esta cadena de fabricación y ejerzan presión por quienes pasa la ropa, para que la información completa de la prenda llegue a los consumidores.
Cuando se habla de la fortuna de Amancio Ortega siempre sale el tema de los salarios en Bangladesh. Según los inspectores de las fábricas, el mayor problema de los trabajadores no es el salario. Por supuesto, podría mejorarse, pero reciben una salario medio dentro de su país. Lo que les preocupan son las condiciones laborales de los trabajadores: una carga excesiva de horas, fábricas en malas condiciones (el Rana Plaza no fue el primer y no será el último derrumbe), pésimas instalaciones eléctricas y el mal trato generalizado de los jefes a sus trabajadoras como unos pocos ejemplos. Ni Inditex ni Amancio Ortega tienen responsabilidad directa en esta situación: los trabajadores de Bangladesh no son suyos, al igual que las fábricas no son suyas: son de empresarios locales. Amancio no decide qué salario tienen las cosedoras de las fábricas textiles, ni qué medidas antiincendios debe haber en sus fábricas, porque no son suyas. Sin embargo, se ha demostrado que las grandes empresas pueden ejercer presión sobre los eslabones de la cadena de subcontratas; y se está haciendo. Es algo que avanza lentamente, pero se está haciendo.
No podemos olvidar que Bangladesh no es el único sitio en el que hay fábricas textiles. Los inspectores dicen que los trabajadores en China se encuentran en peores condiciones (en inspecciones sorpresa se ha descubierto que siguen usando el
sandblasting) y se están destapando fábricas completamente irregulares en Brasil, algunas en las que hay niños trabajando (que en Bangladesh, por ejemplo, ya no quedan).
¿Y se está haciendo algo para combatir esto?
Sí, se está haciendo. A raíz del derrumbe del Rana Plaza muchas de las marcas que compran ropa en Bangladesh llegaron a un acuerdo de mínimos sobre la calidad de las fábricas y las condiciones laborales. Se están cumpliendo y la calidad laboral de muchos trabajadores ha mejorado, pero ellos denuncian que no es suficiente.
Para hacer más transparente la cadena de producción de ropa, la iniciativa Fashion Revolution está ejerciendo mucha presión mediática y ciudadana sobre las empresas que nos venden ropa. Cada 24 de abril le preguntamos a estas marcas “
¿quién hizo mi ropa?” y así denunciamos esta cadena opaca de producción además de concienciar a quien no la conoce. Este 2015 le pregunté a Zara por una chaqueta que llevaba puesta ese día, y casi un mes después
pudieron decirme de dónde venía. Se pueden investigar y conocer los eslabones que componen esta cadena, y lo que queremos los consumidores es que las empresas también ejerzan presión sobre los productores para poder conocer la historia de cada prenda. Se ha demostrado que
si el consumidor conoce cómo se ha hecho una prenda, prefiere no comprarla.
Además, por su cuenta, hay marcas que están llevando iniciativas propias. Zara anunció hace un par de meses que todas las prendas que salgan de ciertas fábricas de Brasil
llevarán adjunto un código QR en el que podremos saber dónde se hicieron y en qué condiciones. Es un paso pequeño e insuficiente, pero es un paso. Se complementa con que unos días después se denunció que había más talleres en Brasil relacionadas con Inditex empleaban a niños o tenían unas condiciones laborales muy precarias.
Inditex desmiente que haya habido alguna relación con estos talleres.
H&M ha iniciado una campaña de recogida de ropa para su reciclaje, que ha sido muy criticada porque H&M es una de las marcas que menos se preocupa por los trabajadores de Bangladesh. Aquí hay un artículo que
desmonta lo que han declarado sobre la seguridad de los trabajadores en el sudeste asiático y aquí otro que denuncia las presiones que ejerce sobre
el gobierno de Myanmar para que no suba el salario mínimo (dicen que no pueden permitirse que a los trabajadores les paguen más de $2 al día). Además, la campaña de reciclaje es inútil ya que la marca pretende crecer hasta producir 6 millones de prendas al año: el actual cultivo de algodón para las prendas y el proceso de tintado son absolutamente contaminantes y destructivos para el medio ambiente en el que se dan.
Muchos aportan que la solución pasa por relocalizar las fábricas textiles en España o en países desarrollados, sin darse cuenta de la catástrofe que sería para los países que las están trabajando ahora mismo: cerca de 5 millones de personas en Bangladesh están empleados de manera directa por la industria textil y esta supone más de las tres cuartas partes de los ingresos por exportación. Lo que queremos es que se mejoren las condiciones laborales de los trabajadores textiles, los productores de algodón y, un debate que saldrá durante los próximos años, se solucione el problema ambiental de los tintes. No queremos que desaparezcan las fábricas y todos esos puestos de trabajo.
Pero Inditex no solamente tiene trabajadores en Bangladesh (aunque hemos visto que no son trabajadores suyos): hay miles de personas en todo el mundo trabajando para la compañía. Especialmente en Coruña y Arteixo, hay muchísima gente empleada directamente por Inditex. Creo que en Arteixo, salvo funcionarios, todo el mundo trabaja directa o indirectamente para esta empresa: diseñadores, patronistas, cosedoras... pero también transportistas, administrativos, atención al cliente, informáticos, abogados y mucha gente más. Cuando cogía el autobús de la universidad en la Plaza de Pontevedra en A Coruña veía pasar, cada mañana, por lo menos cuatro autobuses llenos de trabajadores camino Arteixo.
Conozco a varias personas que trabajan o trabajaron para Inditex directamente y todas han tenido buena experiencia:
Una amiga entró a trabajar en asistencia a las tiendas. Cuando a una dependienta en una tienda tenía un problema informático con su equipo, ella se encarga de solucionarlo remotamente. El marido de una de mis mejores amigas (
a cuya hija no dejo de tejerle cosas) es soldador y estuvo recorriendo España construyendo tiendas para Inditex. Un amigo del instituto me dijo el otro día que él instalaba los sistemas anti incendios de las tiendas. Me aseguran en mi pueblo que varios señores, mayores de 40 años y que se quedaron en paro por la crisis, han sido empleados por Inditex y están trabajando con ellos en buenas condiciones. Otra conocida del instituto acaba de estudiar Derecho y durante las vacaciones de verano estuvo trabajando en Arteixo para Inditex, y también salió contentísima.
Cuando se ataca a Inditex, más que pensar solo en sus trabajadores en Bangladesh (que, como hemos visto, no son suyos en realidad) también deberíamos pensar en toda la gente que tienen empleada en nuestro país y con unas condiciones normales: dependientas, obreros que les montan las tiendas, servicio a atención al cliente, transportistas, escaparatistas, informáticos, gestores de las tiendas online... hay mucha gente involucrada y no todo es miseria ni pobreza.
Con esto, no defiendo la realidad de la industria textil en Bangladesh, China, Myanmar, Brasil o cualquier otro país. No estoy defendiendo a Amancio Ortega y al hecho de que Inditex tiene todavía mucho que trabajar de cara a garantizar que la producción de sus prendas respeta los Derechos Humanos. Solo quiero explicar con calma que la industria textil no es tan sencilla como parece y que en realidad es un problema muy complejo que afecta a muchas partes diferentes.
Y sobre todo, quiero dejar de ver a gente que siente la conciencia limpia por no comprar en Zara, pero no le importa ir a Mango, a Primark o a H&M. El problema que se achaca a Amancio Ortega es un problema que afecta a todas las marcas de ropa. Solo si somos conscientes del problema podrá empezar a solucionarse.
Todas las fotos son de
NYU Stern BHR, activistas a favor de los Derechos Humanos.
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